martes, 31 de julio de 2012

Y después de toda esa dósis de experiencia. Llegas.
Ni hace un mes ni dos ni tres... ahora. Después de todas las lágrimas, del insomnio, de la intranquilidad, de las pocas noches en casa. De los besos con desconocidos, de no haber sentido ni uno de esos latidos.
Mil vueltas y hemos terminado en el mismo sitio. En el lugar de inicio. Dando tumbos y hartos de tanto conformismo.
Y llegas a pensar que algo está fallando... pero... ¿Qué coño? Seamos realistas, lo que estaba fallando era todo lo otro; que lo difícil no es encontrar a alguien, sino conectar. Esa complicidad, no tener que decir nada para decirlo todo. Que estoy bastante lejos del romanticismo, de lo rococó y de palabras escupidas de una página de google.
Quiero lo auténtico, estar contigo y que me arda la piel, el vino, las noches, la sonrisa, la ternura en la comisura de los labios; me cansa lo esquemático, la puntualidad enfermiza y lo políticamente correcto.
Tú déjate llevar, y deja que yo me encargue del resto.
Mil vueltas, muchas camas y caras nuevas, muchas noches de salidas, de no importarte nada y mucho menos nadie. La frase: "No te impliques", como un broche.
Mentiras, errores, desengaños, desconfianza, otras mil vueltas...
El hielo no sólo está en tu vaso de ron con coca-cola. Ya no sabes si es una máscara o símplemente  tu nueva forma de vida.
Sentimientos, en un segundo plano. Muchas bocas, pocos besos.

Las cosas claras.

No eres más que un crío asustado, que se conforma con la primera que se baje las bragas y su presencia no modifique mucho tu vida cotidiana.