El amor que reivindica, el amor que patalea, el amor inconformista... El amor, ya sabes, al que se le marcan las costillas. Quien te adora a pleno pulmón y te odia con pancartas. El de las huelgas de besos, el que no desiste y hace noche en la puerta de tu casa esperando que abras.
Puedes ser romántico, prefiero pensar que no es un carácter, sino una ELECCIÓN, un método. La forma más amable de llevar todo esto...
Y no me refiero a notitas en las escaleras, ni en el ordenador, ni a un ramo de rosas por mi cumpleaños, ni canciones sin ningún significado. Esto ya está inventado... Eso, ya lo he tenido.
¿Y sabes? Eso puede hacerlo CUALQUIERA.
Hablo del verdadero romanticismo, del tántrico, sin extravagancias ni clasicismos... de la ropa interior empapada, de los cubatas, del billar, de cenas en una mesa pequeña. De relámpagos, de ropa por el suelo, de los puntos suspensivos... de miradas y de suspiros.
Y de convertir cualquier cosa que esté a nuestro alcance, en un clavo ardiendo.